Este diario matutino comienza a publicarse el sábado 31 de mayo de 1879 y dejará de hacerlo el 28 de marzo de 1939, al ser incautado por el “nuevo” Estado dictatorial del general Franco. Durante sus sesenta años de vida tuvo una orientación liberal republicana moderada y en la segunda década del siglo veinte alcanzó una de las mayores tiradas de la prensa española, siendo el prototipo de los grandes periódicos populares y el más leído entre las capas obreras, “por su lenguaje claro y contundente, su preocupación por los problemas de los trabajadores, sus informaciones rigurosas y exhaustivas y un cierto sensacionalismo”, tal como ha expresado María Dolores Sáiz. Nace de la disidencia encabezada en el seno de El imparcial (1867 -1933) por quien Eduardo Gasset y Artime (1832 -1884) había cesado anteriormente como su director y mano derecha, Mariano Araús Pérez (1836 -1901), e Isidoro Fernández Flórez (1840 -1902), ya conocido como Fernanflor, quien había proyectado y dirigido durante los últimos cinco años el suplemento Los lunes de El imparcial, a los que se unieron los antiguos socios de Gasset, Mariano Milego y el crítico taurino Eduardo de la Loma, además de otros redactores y trabajadores. El motivo del cisma fue la mudanza ideológica de El imparcial al aceptar al régimen monárquico alfonsino y la política personal de Gasset que chocó contra las convicciones de sus redactores. El liberal nació así como un diario absolutamente independiente con fuertes raíces democráticas, al amparo de la nueva ley de prensa del siete de enero de 1879 a través de la cual empieza a “levantar cabeza” la prensa republicana, a la vez que la poderosa izquierda dinástica fragua en el fusionismo y el liberalismo sagastino. Araús será su primer director y a su redacción se sumarán otros periodistas que habían abandonado el diario de Gasset el 19 de mayo de 1879, como Julio Vargas Machuca, Francisco de Asís Pacheco, José María Anchorena, José Fernández Bremón o Manuel María González, todos ellos de ideología republicana. Nace en pugna con El imparcial, con el que entablará una enconada rivalidad, y su pronto éxito será debido a un exquisito equilibrio entre información y opinión y al tono literario de sus editoriales, infrecuente en la prensa de la época, junto al carácter popular de algunas de sus informaciones, que rozarán cierto sensacionalismo, y que tendrán su mayor exponente con el crimen de la calle Fuencarral y el caso Mussó. Peñaflor, que será su mayor accionista fundador, intentará, ya el dos de junio de 1879, emular al suplemento de su adversario creando y dirigiendo Los lunes de El liberal, que al año siguiente se transformará en el suplemento Entre páginas, que aparecerá jueves y domingos, en donde ya empezará a sobresalir la pluma de Miguel Moya Ojanguren (1856 -1920), quien asumirá la dirección del diario a partir de 1890. Será un periódico de gran formato, compuesto a cuatro columnas al principio y que después irá aumentando en número, insertando en su primera página los editoriales y artículos de fondo, y con secciones para las crónicas parlamentarias, las noticias de provincias, los telegramas del extranjero de la agencia Fabra, disposiciones oficiales, las crónicas locales, las cotizaciones de bolsa, la de espectáculos, cultos, libros y notas meteorológicas. Columnas como “A vuela pluma” y “Plato del día” tendrán la firma de Mariano de Cavia (1855 -1920), que a la vez hará crítica taurina bajo el seudónimo de Sobaquillo a partir de su ingreso en la redacción en 1881. Será asimismo el periódico que introducirá y afianzará los anuncios por palabras, insertará necrológicas sin el símbolo de la cruz, adoptando el diario a la vez un anticlericalismo crítico, y prolongará el folletón típico francés. A partir del nueve de julio de 1889 aparecerá junto a su cabecera la leyenda de ser “el periódico de mayor circulación de España”. En 1901, El liberal lleva a cabo una etapa de expansión, creando una cadena de periódicos con el mismo título en Barcelona, Bilbao, Murcia y Sevilla y, en 1906, Moya junto al gerente del diario, Antonio Sacristán, como herederos de Fernanflor, crearán, la Sociedad Editorial de España, el gran Trust de la prensa empresarial española del periodo, al que quedan adscritos El imparcial y Heraldo de Madrid (1890 -1939), junto a otras cabeceras, y de la que serán máximos accionistas, siendo Moya el presidente de su consejo de administración. A partir de 1907 su nuevo director será Alfredo Vicenti (1850 -1916), uno de los mejores editorialistas de la época, que había ingresado en su redacción en 1896. A su muerte le sustituirá en la dirección Enrique Gómez Carrillo, redactor desde 1893 y redactor jefe desde 1907, y entre 1917 -1923, Antonio Moya Gastón. Los diarios del Trust serán los de mayor circulación de la época, alcanzando una tirada conjunta de más de 435 mil ejemplares. El liberal seguirá siendo el representante de la gran prensa republicana moderada más a la izquierda y no partidario, de ideología democrática y socializante, tal como lo describe Maria Cruz Seoane. Aún así, llegará a ser portavoz del Partido Reformista de Melquíades Álvarez, hará oposición al ministerio de Antonio Maura y ofrecerá una opinión favorable al Partido Liberal, al principio en la persona de Segismundo Moret, después en la de José Canalejas y, por último en la del conde de Romanones (Álvaro Figueroa y Torres). Durante la primera guerra mundial se caracterizará por su francofilia, llegando a estar subvencionado por el Comité de Prensa francés, aunque al final de ella observará una “estricta neutralidad” que resultaría chocante. Según las estadísticas oficiales, durante la segunda década del siglo veinte alcanzará los 120.000 ejemplares diarios, una de las más altas tiradas de la prensa de la época, de los que prácticamente la mitad serán suscripciones, considerándose más un periódico de difusión madrileña, firme defensor de la libertad de expresión, que leen las capas populares de la pequeña burguesía y las clases trabajadoras, lo que origina una rivalidad de la prensa estrictamente obrera contra el. Un nutrido grupo de redactores protagonizarán un cisma más a la izquierda en el seno de su redacción, y el 13 de diciembre de 1919 fundarán La libertad, que será dirigida por Luis Oteyza y de la que Antonio de Lezama será su redactor jefe. Entre los que se pasan a la nueva redacción se encuentran también Luis de Zulueta, Pedro de Répide, Augusto Barcia, Manuel Machado, Alejandro Pérez Lugín, Ezequiel Endériz, Antonio Zozaya y el fotógrafo Alfonso. En 1923 El liberal será vendido a los hermanos Manuel y Juan Busquets, empresarios catalanes y máximos acreedores del Trust, que crearán la Sociedad Editora Universal. Será nombrado director Eduardo Rosón, al que pronto le sustituirá Francisco Villanueva, hasta 1927, siendo incorporado como redactor jefe Rafael Morayta y, como confeccionador, Manuel Font. Intensificará su línea izquierdista adoptando una de las posiciones más radicales a la dictadura primoriverista, de la que sufre persecución. En el primer tercio del siglo veinte, uno de sus más distinguidos colaboradores fue Miguel de Unamuno, y entre otros fueron sus redactores o colaboradores, además de los ya citados y que fundaron La libertad, Luis Morón, corresponsal en la guerra cubana; Mariano Martín Fernández, que llegó a ser su redactor jefe en 1907; Luis Araquistáin y Ramón Pérez de Ayala, que fueron corresponsales en Londres durante la guerra mundial; Joaquín Dicenta y Adolfo Marsillach, corresponsales en Barcelona; Arturo Mori, Jaime Torrubiano, Rafael Torres Endrina, Leopoldo Bejarano, Artemio Precioso, José Venegas, Francisco Vera, Manuel Delgado Bareto, Antonio Rodríguez Lázaro, Carlos del Río y Julián Settier. El liberal pertenecerá al grupo destacado de la prensa española que contribuirá al advenimiento de la II República. Durante el primer bienio apoyará al gobierno de Manuel Azaña, y situándose en un republicanismo de izquierda moderado, seguirá siendo uno de los diarios más leídos, ahora con formato más reducido y un número de páginas que alcanza las dieciséis. Entre sus periodistas del periodo republicano se encuentran Emiliano M. Aguilera, José Manuel de Armiñán, Roberto Castrovido, Marcelino Domingo, Edmundo González Blanco, Gabriel Greiner, José Rocamora, Pedro Massa y F. Valera, como editorialista. Entre 1937 y 1938, su director fue Emilio Ayeusa y, en 1939, Manuel Rosón Ayuso. Tras entrar las tropas franquistas en Madrid y ser incautado, de sus talleres empezó a salir el diario Madrid. Los herederos de los Busquets iniciaron en la década de los cincuenta un proceso, que aún en 2011 continúa, para que el Estado les indemnice por los bienes incautados de la Sociedad Editora Universal. En la colección en papel de la BNE faltan los ejemplares de abril y mayo de 1936, y los siguientes años están incompletos.