Con el subtítulo “revista ciclista ilustrada”, comienza a publicarse el 27 de febrero de 1895, reivindicando –en su artículo de presentación - el término deporte frente al anglicismo sport con el que esta novedosa actividad había irrumpido en la última década del siglo diecinueve penetrando de manera general en los usos sociales, dando título ya a algunas cabeceras de prensa, como era el caso del periódico El veloz sport. Además de “españolizar” el citado término anglosajón, en el caso del uso de la bicicleta, El deporte velocipédico lo define como “noble e higiénico ejercicio”, tanto en su vertiente de transporte individual como parte de una “educación física” integral. Su propietario y director es José María Sierra, que también será propietario del velódromo que es construido junto al hipódromo madrileño. Al principio contará asimismo con un director literario –Antonio Sendras - al dar cabida el periódico a textos de esta índole y a una revista de teatros, firmada con el seudónimo El Bajá del Campo; así como un director artístico, que no es otro que Francisco Ramón Cilla, uno de los más brillantes dibujantes y humoristas de la época que, a lo largo de toda la vida del periódico, inundará sus páginas de viñetas y retratos, acompañadas de otras ilustraciones, como fotografías de actualidad, para lo que contará con el fotógrafo M. Compañy, y planos de carreteras, elaborados por Leopoldo G. Alzola y Alberto Cid. Se trata de una de las primeras publicaciones dedicadas exclusivamente al uso práctico, lúdico y deportivo de la bicicleta, en entregas semanales de dieciséis páginas. A partir del número 56, de 16 de marzo 1896, se fusionará con La bicicleta, que dirigía en Barcelona Luis Marqués, adoptando el subtítulo “órgano bisemanal del ciclismo y de todos los deportes”, saliendo los miércoles y domingos en entregas de cuatro páginas y con ediciones de Madrid y Barcelona, pasando Maqués a ser redactor -jefe de la publicación. A partir del número 69, de seis de mayo, pasa de nuevo a ser semanal (apareciendo los jueves y más tarde los miércoles), recupera el subtítulo inicial y vuelve a ser estampado en entregas de dieciséis páginas. Marqués seguirá apareciendo como redactor jefe hasta el número 88, de diecisiete de septiembre. Contó con redactores y colaboradores como Alfonso de Birazel, Nicanor Puga, Juan Pérez Zúñiga o Adolfo G. Rodrigo, conocido con el seudónimo Juanito Pedal. La publicación se estructura en secciones, como Ecos de Madrid y Ciclogramas de España, con noticias procedentes de corresponsales de provincias, que eran asimismo entusiastas ciclistas; y Ciclogramas del extranjero, contando asimismo con corresponsales, como M. Aciev y Guillén, desde París. Ofrece datos sobre todo tipo de actividad ciclista, como rutas, excursiones, fiestas, carreras o campeonatos, tanto españoles como internacionales, y de sociedades ciclistas como la Unión Velocipédica Española, presidida por el marqués de Casa Alta. Inicia también un estudio detallado de las carreteras de España, con el fin de elaborar una Guía del ciclista, con planos de los citados Alzola y Cid. Y además de propagar el uso de la bicicleta como transporte individual y dar cuenta de novedades, inventos y técnicas ciclistas, ofrece trabajos literarios y hasta una Tribuna libre. Asimismo dará a conocer a destacados y destacadas ciclistas, como Pepita Alcocer, Eulalia Molina y Antonia Moreno, pues el género no fue óbice en la afición y uso entusiasta de la bicicleta y la práctica del deporte. En su primer número va un índice anual alfabético de materias de 1895, y en el último de 1896, el correspondiente a este año tanto de materias como de ilustraciones. La colección de la BNE acaba en el número 103, correspondiente al 30 de diciembre de 1896, pero pudo seguir publicándose dos años más.