En el año 2015, se estrenó una película que se llamó La habitación, y que planteaba el siguiente problema.
Una madre y su hijo viven atrapados en una habitación. Durante esos años de encierro, el niño crece, hace preguntas, empieza a imaginar mundos. La madre recrea historias, y no le habla sobre la terrible experiencia que están viviendo. El niño vive en una realidad casi “ficcional” hasta que cumple cinco años. A partir de ese momento, la madre comienza a hablar de lo maravilloso que es el mundo fuera de la habitación:
Mamá: ¡Una hoja! ¿La ves?
Jack: ¿Dónde?
Mamá: Mira.
Jack: No veo ninguna hoja.
Mamá: Ven para que la veas. Mírala de cerca. ¿La ves?
Jack: No, mamá, eso no es una hoja, las hojas son verdes.
Mamá: Sí pero en los árboles. Luego se caen y se pudren, como la ensalada en la nevera.
Jack: ¿Y dónde están todas esas cosas? ¿Los árboles, perros, gatos y hierba?
Mamá: No se ve desde aquí porque la claraboya está para arriba en lugar de para el lado.
Jack: Me estás tomando el pelo. ¡Mentirosa, mentirosa, cara de osa!
Mamá: ¡Jack! No pude explicártelo antes porque eras muy pequeño para entenderlo, así que me tuve que inventar una historia pero… Pero ahora estoy haciendo lo contrario de mentir, estoy desmintiendo. Porque ya tienes cinco años. Tienes cinco y ya eres grande para entender cómo es el mundo. ¡Tienes que entender! No podemos seguir viviendo así, tienes que ayudarme.
Jack: Quiero volver a tener 4.
Como veis, este diálogo de la película habla de la mentira. La madre le mintió a su hijo para evitar que sufra, para salvarlo de la tragedia. Y nos permite abrir los primeros cuestionamientos.
¿Era mejor mentirle o decirle la verdad? ¿Mentir está mal siempre? ¿La mentira es igual al engaño? ¿Cuándo está bien mentir? ¿Hay una edad donde la mentira es útil o conveniente?