A lo largo de la historia, la relación entre la creación femenina y la enfermedad mental ha estado profundamente condicionada por las visiones sociales y culturales de cada época. En la Antigua Grecia, Hipócrates introdujo el concepto del útero errante, según el cual se creía que el útero podía desplazarse dentro del cuerpo femenino, causando síntomas como ansiedad, melancolía o sofocación histérica. Esta idea, que atribuye los comportamientos "anómalos" de las mujeres a causas exclusivamente biológicas, marcó las primeras explicaciones médicas sobre la "locura femenina" y consolidó la asociación entre mujer y fragilidad emocional.
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35. Medios de reconocer una sofocación histérica. Pellízquese á la enferma con los dedos; si lo siente, es un acceso histérico; y si no, es un ataque de convulsión. |
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35 Si a la histérica, ó aquella Que está en peligroso parto Sobreviene el estornudo, Cesa el temor y cuidado. |
En la Edad Media y el Renacimiento, la locura en las mujeres fue interpretada desde una perspectiva religiosa y social. Muchas mujeres que rompían con los moldes establecidos, ya fuera por sus visiones, milagros o comportamientos transgresores, fueron consideradas "desequilibradas" o incluso endemoniadas. Sin embargo, para algunas mujeres, la enfermedad o la locura se convirtieron en una forma de empoderamiento. Las místicas y beatas, como Hildegarda de Bingen, Santa Teresa de Jesús, Ángela de Foligno, Sor Mª Jesús de Ágreda, Sor Ángela Mª de la Concepción o las comunidades de beguinas flamencas, lograron utilizar sus visiones y experiencias de éxtasis como herramientas para adquirir voz y estatus en una sociedad patriarcal. Estas mujeres, al vincular su enfermedad o conexión espiritual con lo divino, lograron destacar en el ámbito literario, filosófico y artístico, a menudo transformando su sufrimiento en formas de expresión creativa.
Con la llegada de los siglos XVIII y XIX, se produjo un cambio en la interpretación de la "locura femenina". El concepto de útero errante fue abandonado progresivamente con el auge de la medicina científica, pero fue sustituido por el diagnóstico de histeria femenina. Este diagnóstico, planteado como una enfermedad exclusivamente femenina, englobaba una amplia gama de síntomas como convulsiones, desmayos, dolores de cabeza, ayuno extremo o desfallecimientos, convirtiéndose en una categoría que incluía cualquier comportamiento que no encajara en las normas sociales de la época. Obras como Avisos acerca del mal histérico de Bartolache reflejan cómo la histeria fue empleada para etiquetar y controlar a las mujeres. En este periodo, casos como el de Carmen Marín, la endemoniada de Santiago, muestran cómo las jóvenes diagnosticadas con histeria eran sometidas a juicios médicos y eclesiásticos, perpetuando la visión de las mujeres como seres inestables y frágiles.
En el siglo XX, con los avances en el campo de la psiquiatría y el psicoanálisis, el diagnóstico de histeria comenzó a redefinirse. Las teorías de Freud, como las desarrolladas en El yo y el ello o Metapsicología, contribuyeron a reinterpretar la histeria como una manifestación de conflictos internos y traumas emocionales, ampliando su comprensión más allá de lo físico. Sin embargo, los nuevos tratamientos psiquiátricos, como las terapias de choque y el electroshock, tuvieron un impacto desproporcionado en las mujeres, lo que generó profundas críticas. Ejemplos como el de Sylvia Plath, quien narró en La campana de cristal su experiencia con electroshock, o el de Leonora Carrington, que describió su internamiento en Memorias de abajo, revelan el lado oscuro de los tratamientos psiquiátricos y cómo estos afectaron la vida y obra de mujeres creadoras.
A lo largo del tiempo, la percepción de la salud mental femenina ha estado íntimamente ligada al control social, el estigma y las normas de género. No obstante, muchas mujeres transformaron estas etiquetas en formas de resistencia y creación. Desde los escritos espirituales de Sor María de Jesús y Santa Teresa de Jesús, hasta las obras literarias y artísticas de figuras como Plath o Carrington, estas mujeres utilizaron su experiencia para abrir nuevas vías de expresión y cuestionar las normas que las oprimían. Hoy en día, aunque los avances en salud mental han cambiado el panorama, muchos de los estereotipos que asociaban la locura con la feminidad persisten en la cultura contemporánea, lo que hace imprescindible reflexionar sobre cómo abordar esta relación desde una perspectiva crítica y empática.